¿A DONDE VAMOS? II

En el post anterior comenté sobre las recomendaciones que los expertos en turismo hacen y que deberíamos tener en cuenta a la hora de emprender un viaje, ya sea dentro del país o hacia el exterior.

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En ese caso esbocé las sugerencias que consideré de interés para nuestra atención, con referencia específica al destino electo. En esta entrega me enfocaré en comentar sobre el viaje en sí mismo. Sobre la travesía: desde el inicio hasta justo antes de la llegada o aterrizaje. Comentaré sobre cómo determina el transcurrir del camino en nuestra llegada segura.

Todo traslado depende de varios factores como: el tipo o medio de transporte y las consecuentes vías, el clima, la distancia por recorrer, la empresa prestadora del servicio, experiencia del chofer o piloto, condiciones de la ruta, etcétera.

Hemos dispuesto elegir entre los dos destinos disponibles, ya que hablamos del viaje de existencia; en el trayecto que nos lleva al destino que, considerando Deuteronomio 30:19, yo tomaría y, de hecho, ya tomé. A quienes no compartan mi elección, respetuosamente los invito (con mucho menos riesgo) a que me acompañen en la lectura de este día.

El Medio de Transporte puede ser aéreo, terrestre, fluvial. Los mas osados pueden elegir irse a pie. Como Tom Hanks en la famosa película “Forrest Gump”, podrían trotar hasta la meta. Llegar a algunos lugares requiere, en ocasiones, modalidades de transporte mixtas.

Insisto: en este viaje final la elección es cerrada, La Vida o La Muerte (ambas eternas). Jesucristo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre si no es por Mí” (Juan 14:6). Por ende, tomar la vida es tomar a Jesús. El hecho de que el trayecto pueda o no ofrecer “luces” sobre lo que vayamos a ver en el final dependerá exclusivamente nosotros.

Un ejemplo: Saulo de Tarso Vs. El Apóstol Pablo

De fariseo acérrimo a creyente transformado. El termino fariseo no tiene que ver con su preconcepción de vida. Era simplemente una “simpatía” política-religiosa a la que él pertenecía. Lo de “fariseos hipócritas” no es una conexión indisoluble. Gamaliel, erudito de los fariseos y maestro de Saulo, era fariseo más no hipócrita. Al punto que termina dando unas palabras muy sabias y poco esperadas del resto de quienes compartían su doctrina religiosa:

“»Así que mi consejo es que dejen a esos hombres en paz. Pónganlos en libertad. Si ellos están planeando y actuando por sí solos, pronto su movimiento caerá; pero si es de Dios, ustedes no podrán detenerlos. ¡Tal vez hasta se encuentren peleando contra Dios!». Los otros miembros (del concilio) aceptaron su consejo.” (Hechos 5:38-40a).

No obstante, en solo tres días Pablo dejó atrás a Saulo. Su último ataque farisaico, camino a Damasco, no llegó a su fin. Y paso a ser, al mismo tiempo, el inicio de su conversión. El comienzo de su nueva vida.

El camino de la vida del Apóstol no daba luces de hacia donde iba, pues las escamas de sus ojos no le dejaban mirar con claridad lo que estaba haciendo mal “en nombre de Dios”. Pero, al ser derribado de su caballo y oír aquella resonante voz decirle: “—¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues?” (Hechos 9:4b), y empezó por mostrarle que hablaba de lo que sus ojos no habían visto, limpiándoselos tres días después cuando se le cayeron de ellos como dos escamas.

Dos escamas no le permitían ver que su camino estaba desviado en 180 grados. Después que Ananías orara por él, su enfoque del camino se adecuó al del Reino de los cielos; comenzaba desde entonces a servir a por quien decía: “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20).

Hasta hoy todos llevamos un camino, más o menos errante. A quienes, por gracia de Dios, se nos cayeron las escamas de los ojos y que hemos descubierto que nuestro destino es la vida, la eternidad con Cristo, nos toca “reprogramar vuelos” de vez en cuando, porque hacemos escalas que, planificadas, no deseadas o accidentales, nos bajan momentáneamente del “charter” hacia la Gloria. Por esa misma inmensa misericordia logramos retomar el camino con la ayuda del Espíritu Santo.

Para otros, su desvío, con respecto al plan de vuelo inicial, referido por Dios, es mucho mayor. Algunas veces con graves consecuencias. Los más desafortunados, a causa del descuido o de la falta de decisión, los sorprende el umbral de la muerte sin haber querido nunca ir a una eternidad de condenación, pero sin tampoco haber elegido concientemente entrar al camino que nos lleva a la vida eterna.

Este camino, aun cuando queremos llegar al lugar que describimos en el post anterior (Apocalipsis 21:23-26), no es grato vivirlo si lo entendemos carnalmente. Jesús dijo: “Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz y seguirme” (Mateo 16:24).

Y, a diferencia de lo que muchos creen, la cruz no son las enfermedades, los problemas, las adversidades ni ningún otro tipo de dificultad que aquí en esta tierra vivimos… Esas son condiciones comunes que todos podemos pasar. Buenos y malos. Ateos, cristianos, musulmanes, budistas, etcétera. Si esa fuera la cruz, aquellos no sufrirían estas calamidades.

La cruz que debemos tomar y tomar es la de la integridad. La profundizaremos en otro post. Pero podría resumirla en la cumbre del sermón del monte: “construir nuestra casa sobre la roca”; eso es llevar la cruz que Jesucristo nos exige.

Por ahora, si estas leyendo aquí es porque aun sigues en esta vida y sabiendo esto, ¿Ya sabes que camino llevas? ¿Te interesa cambiar tu destino? ¿Prefieres dejarlo para luego…? No tardes… los vuelos hacia la eternidad no son escasos, sin embargo no hay parlantes que informen antes de partir sino durante la partida. Que no nos sorprenda la partida sin haber decidido.

Bendiciones.

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