DIVIDIR LA MALDAD MULTIPLICANDO EL AMOR

“Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.”
‭‭Mateo‬ ‭24:12-13‬ ‭NVI‬‬

Muchos habremos escuchado o leído aquella vieja anécdota sobre un niño asombroso, que despliega su genialidad en pleno salón de clases… y resulta ovacionado.

Hablo de Albert Einstein, pero no me refiero a ninguno de sus descubrimientos científicos puesto que, para este momento de la historia, no era más que un niño.

Resumiendo aquella ingeniosa anécdota, se dice que luego de una ornamentada explicación, el maestro concluye que “Dios creó el mal”. A lo qué el valiente niño responde… pero con una pregunta: ¿Profesor, el frío existe? -Pero ¿qué pregunta es esa? Por supuesto que existe- respondió el colérico educador.

Einstein entonces, mediante una inesperada explicación, le dijo: según las leyes de la física, lo que consideramos frío es simplemente una ausencia de calor. El cero absoluto es ausencia total de calor.

Esta escena y planteamiento se repitió, ahora con argumentación alrededor de la oscuridad: ¿profesor, existe la oscuridad? Sin perder tiempo, la respuesta tajante fue -¡Existe!-

Nuevamente la genialidad de aquel aprendiz no tuvo falta de claridad aparente: ¡La oscuridad tampoco existe! Esta es en realidad ausencia de luz; ¡la luz la podemos estudiar mientras que la oscuridad no!

Finalmente profesor: ¿el mal existe? -Vemos estupros, crímenes, violencia… todas esas son cosas del mal- respondió el maestro.

-Profesor, el mal no existe, al menos no por si mismo… el mal es simplemente ausencia del bien. Es solo una definición inventada para explicar la ausencia de Dios; Dios no creo el mal, sino que este es el resultado de la ausencia de Dios en los corazones.-

Lejos de poder determinar la veracidad de esta historia o anécdota, considerando además que de haber ocurrido, corresponde a una época donde los estudiantes no eran muy estimados y que ante una intervención similar habrían sido aplastados por sus tutores, ya que como mínimo se sentirían avergonzados; pero tomemos la esencia de la enseñanza.

El versículo que hoy les comparto habla un poco de lo que la escena comentada plantea: frialdad y oscuridad.

Antes de volverme trágico, quisiera dejar en evidencia una afirmación que prefiero sostener ante todo: yo me aferro a la posibilidad de que quienes queremos, practicamos y promovemos el bien, somos abrumadoramente muchos más que aquellos que están en posición opuesta. Y, dicho esto, miremos el versículo:

El popular Mateo 24, muy visitado en épocas de crisis, de necesidades… y por supuesto ahora: época de pandemia. Me hace mucho sentido que el Evangelista, en medio del caos, haya dejado ver los resultados producidos en el corazón de las personas cuando afirma “el amor de muchos se enfriará”.

Habrá tanta maldad, injusticia e iniquidad que traerá como consecuencia un invierno que azotará al amor de no pocos. Pero yo me pregunto en forma de ilustración; ¿cómo puede la sal apagar el dulzor de un exquisito manjar?

¡Imposible! Sencillamente, la sal no puede invalidar el azúcar en un postre. Solamente lo dañaría, lo desnaturaliza, pero el dulce permanecerá allí y los paladares más exigentes, aún a pesar de la sal, lo podrán distinguir.

Sin duda la maldad se ha multiplicado en formas nunca antes imaginadas. Las películas de mi época de niñez no fueron capaces de mostrarme lo que yo estoy observando hoy; no fueron para nada proféticas.

El amor que refiere la cita de hoy es “ágape”… que indica fraternidad, comunión, compañerismo o caridad. Y, pregúntese usted ahora; ¿no estamos atentos a estos aspectos, pero sobre tres personas: yo, yo y yo?

¡Es que así lo ha exigido el momento que vivimos! Pues, déjeme decirle que nuestro amor está en invierno si hemos resultado así; y no precisamente debido a la estación que estamos ya casi culminando (al menos en Chile).

Este amor es literalmente, según la palabra original, comparado con el de Dios por nosotros. Y no podemos validar su eventual “disminución” con una razón que no sea otra que el virtual y progresivo endurecimiento de nuestro corazón.

El versículo de este día cierra afirmando: “pero el que se mantenga hasta el fin, este será salvo” y teniendo claro que este es un texto esencialmente escatológico, que nos alerta sobre sucesos de los días finales, no deja de lado la posibilidad de redención y nos obliga a una tercera pregunta: ¿quienes serán los salvos?

Llanamente serán salvos, según la afirmación inmediata del texto, “los que permanezcan hasta el fin”… pero, ninguno de nosotros conoce el día ni la hora, tampoco sabemos si partiremos hoy mañana o muchos menos si estaremos para el rapto; por lo tanto, “permanecer” aquí, ¿a qué se refiere?

Apegados estrictamente al contexto que dice “el amor de muchos de enfriará”, permanecer hasta el fin contempla la condición contraria: mantenernos calientes, en movimiento y aportando la luz que deje en evidencia lo que somos y que disípe la creciente oscuridad.

La exigencia aquí es similar a la que se nos estableció cuando llegamos a los pies de Jesús: Él nos buscó, nos salvó, nos trajo a su familia y nosotros sólo debemos mantenernos caminando con la guía de Su Mapa: la palabra.

Para no enfriarnos y mantenernos en la salvación y mantener también a otros: permanezcamos iluminando y calentando a todos los que están allí a nuestro alrededor y, si podemos, un poco más allá también… tendremos una buena recompensa, lo cual hace que incluso ver hacia afuera sea beneficioso también para nosotros: seremos salvos.

Así que en cuanto dependa de vosotros: multiplicar el amor dividiendo la maldad. Amén.

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